miércoles, 1 de septiembre de 2010

Daba el reloj las doce ...


y eran doce golpes de azada en tierra...


... ¡ Mi hora ! - grité -...


El silencio me respondió:


No temas ...


Dormirás muchas horas todavía


sobre la orilla vieja,


y encontrarás una mañana pura

amarrada tu barca a otra ribera.