jueves, 9 de febrero de 2012



El amor tiene, pues, por fundamento, un instinto dirigido a la reproducción de la especie; esta verdad nos parecerá clara hasta la evidencia, si examinamos la cuestión con detalles, como vamos a hacerlo.


"Ante todo, preciso es considerar que el hombre propende por naturaleza a la inconstancia en el amor, y la mujer a la fidelidad. El amor del hombre disminuye de una manera perceptible a partir del instante en que ha obtenido satisfacción; parece que cualquier otra mujer tiene más atractivo que la que posee; aspira al cambio. Por el contrario, el amor de la mujer crece a partir de ese instante. Esto es una consecuencia del objetivo de la naturaleza, que se encamina al sostén y, por tanto, al crecimiento más considerable posible de la especie. En efecto, el hombre con facilidad puede engendrar más de cien hijos en un año, si tiene otras tantas mujeres a su disposición; la mujer, por el contrario, aunque tuviese otros tantos varones a su disposición, no podría dar a luz más que un hijo al año, salvo los gemelos. Por eso anda el hombre siempre en busca de otras mujeres, al paso que la mujer permanece fiel a un solo hombre, porque la naturaleza la impele, por instinto y sin reflexión, al conservar junto a ella a quien debe alimentar y proteger a la futura familia menuda. De aquí resulta que la fidelidad en el matrimonio es artifical para el hombre y natural en la mujer; y, por consiguiente, a causa de sus consecuencias y por ser contrario a la naturaleza, el adulterio de la mujer es muchos menos perdonable que el del hombre".


Metafísica del Amor,Metafísica de la muerte.

Arthur Schopenhauer.